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  Punto de Vista
 

                                         Esbozo del punto de vista


Foto de Norberto F.S.

Mil novecientos
nace como la firme vocación de un puñado de jóvenes, que si bien no esperan cambiar las cosas, sí al menos ofrecer una alternativa para todos aquellos que deseen abandonar la imposición nihilista de nuestra vida moderna.

La idea del materialismo histórico, que defiende que son las relaciones de producción entre los hombres las encargadas de ser motor y agente activo de la historia así como las últimas responsables del grado de civilización y calidad de una sociedad, ha quedado completamente obsoleta; la tara intelectual que padece desde su nacimiento fuerza, una vez ha cumplido su papel, la retirada honorable, y sin embargo su rígido, ya casi inerte y decrépito cuerpo doctrinal continua ocupando su cátedra sin menoscabo, ejerciendo un poder omnímodo y tiránico en forma de paradigma social, cultural y moral.

Es de importancia meridiana que logremos hacernos cargo de que la perspectiva, el punto de vista vital, más o menos común, de una generación o una época constituye toda una declaración manifiesta de los resortes ocultos que actúan sobre la realidad. Lo objetivo es siempre una simplificación, una abstracción de la riqueza del universo humano, las certezas absolutas en las ciencias humanísticas se antojan pura fantasía, ya que el hombre, dentro de unos límites, puede cambiar su actitud y condición a voluntad; por lo tanto, hagamos de la economía dueña y señora y así será, dejemos caer todo el peso de nuestra fe del lado de los valores espirituales y la balanza se inclinará a su favor, esa es la sorprendente y mágica esencia de nuestra libertad, la capacidad del hombre de preferir su propia naturaleza. Es por ello que nos atrevemos, y nos atrevemos porque lo sentimos como un deber, a sacar a la palestra de las ideas una cosmovisión que si bien valora y tiene en consideración, en su justa medida, la importancia de la economía, aboga por una reforma profunda en nuestro modo de juzgar y entender aquello que es mejor y más elevado para el Hombre.
Se trata de mudar el cristal a través del cual observamos la realidad para de ese modo reorientar el rumbo errático e insustancial de la sociedad occidental. Queremos proponer que sea en última instancia el modo en que usamos de nuestro tiempo de ocio la regla con que midamos el virtuosismo de nuestra civilización, que nuestros momentos de asueto y libertad sean el espejo en el que busquemos el reflejo verdadero de nuestro profundo ser. Aún no somos conscientes de la gran conquista de los dos últimos siglos, la brillante y eficiente combinación entre cientificismo y democracia liberal nos ha permitido apuntarnos una victoria parcial frente al inexorable paso del tiempo, hemos alargado notablemente nuestra vida así como los instantes de esta que no hemos de sacrificar a la mera subsistencia y, a pesar de ello con gusto seguimos uncidos bajo el yugo de la más absoluta mediocridad, acongojados y patéticos miramos de reojo, con recelo, las nuevas horas muertas que se amontonan a nuestro alrededor sin saber que hacer con ellas. Esta sarcástica y paradójica situación es producto de un patológico desequilibrio entre el estado de subdesarrollo de aquellas ciencias que se ocupan de lo divino y humano y el prometeico avance de las ciencias naturales y tecnológicas. Víctimas de la constante, enmarañada y delicada confusión que convierte los medios en fines hemos invertido la jerarquía cualitativa de los valores, construyendo bajo el auspicio de semejante filosofía soberbias y faraónicas maquetas, que como lógicamente les corresponde, están vacías de contenidos y significado. En este punto es donde creemos han de volcarse los esfuerzos del proyecto Mil Novecientos, en alimentar con renovada savia las secas raíces del árbol social, y así, de este modo devolver a través de un trabajo continuado y constante en el tiempo el lugar que le corresponde a la gran cultura dentro de la ambiciosa aventura europea. Aprendamos a interpretar el mundo con un baremo distinto, rompamos la esclavitud del patrón-oro, que todo lo anquilosa y enmohece, que todo lo pudre y carcome y pongamos nuestro corazón con alegría y orgullo al servicio de la belleza, de la ciencia, del arte, del amor, de la nobleza de espíritu...porque a la postre señores, ésta y no otra, es la única aristocracia a la que merece la pena someterse, la de los sentimientos sublimes y excelsos que atesora nuestro alma.
                                                                                            Ángel Álvarez Lorenzo

 
 
  2009 MCM  
 
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